martes, 24 de noviembre de 2009

Relato - Entre dos mundos

Entre dos mundos

Wanamaker tecleaba concentrado en su ordenador. Una bola de papel amarilla voló por la oficina y acabó aterrizando en su pelo despeinado. Wanamaker se quedó quieto, se colocó bien las gafas y miró hacia atrás.
–¡Eh, bicho raro! –exclamó su agresor. Nick, un idiota con menos luces que un capítulo de Expediente X. Básicamente se dedicaba a lanzarle bolas de papel y molestarle con improperios. –¿Qué haces que trabajas tanto?
–Escribo un libro. –Se giró de nuevo hacia la pantalla.
–¿Un libro? ¿No deberías estar arreglando esas cosas de informática que tanto te gustan?
–Ahora no tengo nada que hacer. ¿Tú no deberías estar vendiendo muebles o algo? –le contestó sin mirarle a la cara.
–¿Te sabes el chiste de la puta y el sordo? –le preguntó Nick, cambiando de tema.
–No –contestó el informático, secamente.
–¿Qué?
–Que no –reiteró.
–¿Qué?
Los pocos que trabajaban en la oficina se rieron a carcajadas mientras Wanamaker, con expresión de rabia, tenía un flashforward en el que se levantaba de su sitio y reventaba la cabeza de Nick con un bate de béisbol. Pero hasta que no llegase el día en el que el flashforward se hiciera realidad, tenía que conformarse con la resignación.
–Has picado, pringao.
Lo único que podía hacer era contestarle borde, para defenderse, pero sobre todo para no quedar mal delante de ella. Eva, la nueva de la oficina, y ahora también la más atractiva al arrebatarle el puesto a Krukova, la ucraniana de la limpieza. Pero Eva lo tenía más fácil, a ella no le faltaba un ojo.
–Tú también eres un pringado, Nick –contestó sin dejar de mirar la pantalla–. Si no, no trabajarías en este sitio.
Tras esto, miró de reojo a Eva. Ella hizo lo mismo. Wanamaker escondió la cabeza rápidamente tras la pantalla de ordenador.
“Me ha mirado”, pensó mientras trataba de disimular su sonrisa, “eso es buena señal”.
“¿Me estaba mirando el niño raro ese?”, pensaba a la vez Eva.

La habitación de Wanamaker estaba abarrotada de cómics, figuritas y juegos de ordenador. En el centro había una gran maqueta sin acabar. Nada más llegar de la oficina se puso a trabajar en ella. Con un pincel pequeño pintó a un soldadito futurista y lo colocó encima de una torre de vigilancia hecha con un trozo de tubería.
–Hijo, tenemos que hablar.
Wanamaker se giró y vio a su padre en el umbral de la puerta. Se le notaba triste. Entró en la habitación con paso lento.
–¿Qué quieres, papá? Estoy ocupado organizando a mi ejército.
–De eso precisamente quiero hablarte. Tienes 25 años... aún vives con nosotros. No sé..., ¿las palabras universidad y emancipación te dicen algo?
–Estudiar es un rollo. Tengo mejores cosas que hacer, tengo proyectos, una novela... –Empezó a cambiar a los soldaditos de sitio. Miraba a todos lados menos al rostro del padre.
–Haces muchas cosas, pero no son de una persona normal. Siempre estás en un mundo ficticio. ¿Cuándo vas a salir a la realidad?
–¿Qué tiene de bueno el mundo real? Prefiero vivir en Mátrix.
–¿De qué coño hablas? Yo te hablo de amigos, chicas...
–Eh, tengo casi quinientos amigos en MySpace.
–¿Conoces alguno en persona? –preguntó el padre, pero sabía la respuesta–. ¿En el trabajo te llevas bien con alguien?
–Sí. Hay una chica... Me mira.
–¡Bien! –El padre alzó los brazos. –A ver si se te quita esa cara de sandio malfollao de una vez.
–¡Papá! –exclamó Wanamaker, ofendido.
–Es por tu bien, hijo. Intenta relacionarte con alguien, por favor.
El padre abandonó su habitación dejando a su hijo pensativo junto a la maqueta.

Al día siguiente en la oficina, mientras continuaba con su novela, Wanamaker sintió la estúpida risita de Nick. Algo tramaba. Fue a levantarse para ir a la cafetería pero no pudo. Trató de levantarse, pero sus pantalones estaban pegados a la silla. La carcajada de Nick alcanzó su culmen.
Wanamaker se puso rojo. Miró a la silla vacía de Eva. “Bien”, pensó. Tuvo otro flashforward, solo que en este, en vez de un bate usaba un hacha con la que le rajaba el estómago, desparramando sus intestinos por toda la oficina.
La voz de Eva le despertó de sus imaginaciones.
–Oye, tengo un problema con mi Internet. ¿Puedes arreglarlo?
–Claro, voy. –Era su oportunidad. Su cuerpo temblaba. Su culo estaba pegado a la silla.
Eva le dio la espalda y se dirigió a su mesa. Wanamaker la siguió sin levantarse de la silla, por suerte tenía ruedas. La chica se dio la vuelta y vio al informático en su silla, caminando hacia ella moviendo los pies torpemente. Puso cara rara, fue a decir algo, pero pasó de él.
–¿Cuál es el problema? –preguntó cuando llegó a la mesa de Eva.
–Pone “Servidor no encontrado” –contestó, lacónica.
Se puso rápidamente a trabajar en ello. Sudaba, la presencia de Eva a su lado, de pie y en silencio, lo incomodaba mucho. La miraba de reojo, pero ella parecía atender más a las paredes que a otra cosa. Decidió darle un poco de conversación interesante.
–¿Sabes que la palabra Google proviene de googol?
–¿Qué? –Eva no le estaba escuchando.
–Googol. Es una palabra que se refiere, en matemáticas, al número 1 seguido de 100 ceros.
–Ammm. –Eva pasaba de él descaradamente.
–¿Has visto Alien, de Ridley Scott? ¿Sabías que en realidad sería el noveno pasajero? Olvidaron contar al gato.
Wanamaker se echó a reír mientras Eva se alejaba. Cuando se dio la vuelta vio que había ido a hablar con Nick.
–Vale... la he cagado –se lamentó en voz baja.
Había conseguido arreglar Internet, pero eso no le puso contento. Pinchó en un icono y apareció una pantalla en rojo que decía en grande “Firewall de Windows”. Tras deliberar unos pocos segundos pinchó la opción “desactivar”.
–Así mejor, que entren los virus –rió con malicia ante su obra y volvió a su ordenador arrastrando la silla con el culo.

En casa continuó con su novela. “El rey Wanamaker III consiguió derrotar al orco Nickgurrack tras una violenta lucha a espadazos. Le partió por la mitad y le clavó la espada en la cabeza. No volvería a levantarse. Luego desató a la princesa Eva... ”. Hizo una mueca de desagrado y borró el nombre de Eva.
–Algún día tendrás un nombre –dijo sin perder la ilusión.
Entonces, al ordenador llegó un mensaje nuevo. Era una invitación que le había mandado una de sus amigas frikis de MySpace.
“¿Vienes conmigo al Monte del Destino a matar a un par de orcos?”
Wanamaker sonrió.
–¿Para qué quiero vivir en el mundo real teniendo el World of Warcraft en mi ordenador?
“Aceptar invitación”.

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