domingo, 10 de mayo de 2009

Relato - MK-ULTRA

La puerta del despacho oval se abrió de repente. Un hombre uniformado entró y se dirigió a la mesa central, donde se encontraba el presidente Gordon leyendo varios informes.
––Señor, estos son los últimos datos de inteligencia.
El presidente dejó lo que estaba haciendo, los cogió y abrió la carpeta que le entregó el hombre. En su interior pudo ver varios papeles y fotografías donde se detallaban mapas y gráficas. La expresión del presidente de los Estados Unidos fue de frialdad absoluta, sabía que ponía en ese informe era malo, muy malo, pero debía mantener la calma. Era el dirigente de un país al borde de una guerra nuclear con Corea del Norte.
––¿Sabe lo que significa eso, señor presidente?
––Sí... ––contestó de mala gana–– ¿Es fiable la información?
––Cien por cien. Los coreanos nos están apuntando con bombas nucleares. Es un acto de guerra. En su ultimátum piden que cedamos.
––No voy a dejarles anexionarse Corea del Sur. Tampoco quiero empezar una jodida guerra nuclear. China les apoya. Comenzaría una tercera guerra mundial.
––Por eso le pido que nos autorice a lanzar bombas nucleares sobre Corea del Norte. Antes que ellos lancen las suyas.
––Adelante ––concluyó tras deliberar unos segundos.
Firmó una hoja y se la tendió al tipo uniformado. Justo en ese momento se puso sus gafas de leer y hojeó varios documentos de la carpeta.

Trató de concentrarse en la lectura pero la idea de lo que acababa de hacer le remordía la conciencia. Sería recordado por la historia como el presidente que empezó la Tercera Guerra Mundial, probablemente la guerra definitiva, en la cual el uso masivo de bombas atómicas destruiría totalmente el mundo tal y como lo conocemos. ¿Sería este el apocalipsis del que hablaban los profetas? La puerta del despacho oval se cerró tras el tipo uniformado y el presidente Gordon se quedó solo.

Su mano temblaba. Por primera vez en todo su mandato sentía un nerviosismo intenso; se encontraba cada vez peor, la cabeza le daba vueltas. De repente, un vómito le vino a la garganta. “¿Qué me pasa?” pensó. “Debo avisar a un médico”.

Poco a poco dejó de notar su cuerpo. Éste se le hacía cada vez más pesado. Movía las piernas lentamente, como si fuese un buzo de los años 50. La mente perdía lucidez a cada momento pero, curiosamente, se le iba pasando todo el dolor. Ahora estaba como flotando dentro de un cuerpo que no le pertenecía, se sentía en el cielo, en otro estado de la materia. Veía a través de su cuerpo pero como a más distancia. Ya no era él, no podía controlar su cuerpo.

El presidente empezó a recuperar la movilidad, pero no la voluntad. Caminó hacia la puerta de salida. Él no estaba moviendo nada, no quería hacer eso, lo único que quería era sentarse en su sillón a rezar por que todo saliese bien. Sin embargo, estaba siendo conducido por alguna clase de poder. “Yo no me estoy moviendo, no quiero moverme””¿Qué mierda le está pasando a mi cuerpo?”. Hacía fuerza tratando de detenerse pero no podía. Abrió la puerta y salió del despacho oval. Se acercó directamente a donde se encontraba su secretaria.
––¿Dónde está Matthew? ––le preguntó el presidente. Matthew era el tipo uniformado.
“¿Qué? Yo no he dicho eso.¡Para! ––le exigió al cuerpo––. ¡Te ordeno que pares!”.
––Acaba de salir, irá a la sala de reuniones ––le contestó amablemente la secretaria.
––Gracias, puta ––contestó el presidente sonriendo.
––¿Perdone? ––dijo la secretaria sorprendida.
––Es usted una puta cerda guarra y sucia. Ya me ha oído, ya. ¿Para cuando tendremos sexo oral en el despacho oval?
El presidente siguió su camino buscando a Mathew mientras dejaba a la secretaria con la boca abierta frente al ordenador. “No, no, no. Yo no he dicho eso. Lo siento, señorita Pace, lo siento mucho. No soy yo. Estoy siendo poseído, llame a los guardias”. Pero no le oía nadie, sólo podía pensar.
––¡Matthew! ––el presidente le vio por el pasillo y le hizo detenerse––. Venga aquí.
––¿Señor presidente?
––Deme la hoja ––ordenó.
Matthew la sacó de su carpeta sin rechistar. El presidente la cogió y la rompió en mil pedazos. Luego dio media vuelta y empezó a caminar por el pasillo a trompicones.
––Señor, ¿qué ha hecho? ¿No atacamos a Corea?
El presidente se volvió hacia él.
––Corea es un gran país, no permitiré que unos sucios capitalistas lo bombardeen.
Matthew puso cara de circunstancia ante lo que acababa de decir el presidente de los Estados Unidos de América. ¿Sucios capitalistas? ¿Eso era lo que pensaba el máximo líder del país más capitalista del mundo? ¿Qué estaba ocurriendo? Matthew vio que algo iba mal, algo le pasaba al presidente.
––Señor, ¿qué le pasa? ¿ha tomado... algo?
––Estoy perfectamente, nunca he estado mejor. Gracias por preguntar.
––Voy a avisar al General Carrington de su decisión ––declaró Matthew.
El presidente fue hacía él y, sin mediar palabra, le propinó varios puñetazos en la cara. Uno detrás de otro, con toda la fuerza que pudo. Gordon no sentía ni el más mínimo dolor cuando sus puños golpeaban la cara de su asistente. Trataba de detenerse pero en balde, ese poder de sugestión era mucho mayor que sus fuerzas. Vio, sin evitarlo, como su nariz se hundía en su cara mientras se iba formando un charco de sangre en el suelo.

Entonces aparecieron dos hombres por el pasillo, sorprendiéndose al instante al ver el panorama. Gordon cogió la pistola de Matthew y les apuntó. Disparó varias veces acertándole a uno en el pecho. Éste cayó fulminado contra la pared del fondo mientras el otro, esquivando los disparos, se escondió en el pasillo perpendicular. Gordon huyó a todo correr en dirección a su despacho.

La secretaria le preguntó qué habían sido los disparos y, cuando se percató de la sangre y de la pistola en su mano, saltó de la silla y se largó como pudo. Sonó la alarma en el interior de la Casa Blanca. Gordon no podía creer lo que acababa de hacer. Sabía que no era él, sin embargo, no le creerían y en cuanto le viesen le matarían. Sus piernas se movieron en dirección al despacho oval. Una vez dentro, cerró la puerta y se dirigió hacia la ventana. Podía oír perfectamente a la secretaria gritar, seguramente estaría llamando a los guardias. Éstos no tardarían en llegar.
Rápidamente abrió la ventana más próxima y miró el exterior. Washington estaba de noche, la Luna llena se reflejaba en su cara. La pierna derecha de Gordon se apoyó en el sillar de la ventana, mientras que con la otra salía al alfeizar. Miró abajo. Eran cuatro pisos de caída.
“No, por favor ––pensaba Gordon para sí––. No quiero morir, no quiero....”

Saltó. Para Gordon apenas fueron unos segundos. Ni siquiera sintió nada, es más, no se dio cuenta hasta pasados unos instantes. Se vio chocando contra el cemento de abajo, pero no había dolor. Sólo sangre, mucha sangre salía de su cabeza. Él tenía los ojos abiertos, era consciente, pero no podía hacer nada. Entonces vio a uno de sus guardias; se acercaba, se estaba agachando a su lado. Le sonaba, era uno de esos guardias que sueles ver pero que nunca recuerdas su nombre, era asiático. Se arrodilló ante él y le quitó sus gafas, acto seguido se las guardó en una bolsa.
––Gracias señor presidente. Ha sido usted de mucha ayuda. Ahora puede morirse tranquilo.

El guardia se fue y, entonces, empezó a sentir dolor. Ese incipiente dolor había comenzado justo al quitarle las gafas. ¡Así lo habían controlado! Su mente había sido manipulada a distancia. Todo era tan surrealista. Allí estaba él, o su cuerpo, desangrándose. Los coreanos le habían manejado para evitar el lanzamiento de las bombas atómicas y ganar tiempo. Qué juego más sucio. Poco a poco pudo mover mejor las extremidades, aunque notaba algún hueso roto. Su cara le dolía a rabiar. Sabía que era su fin. Consiguió gritar de dolor. Bramó con la mandíbula desencajada por el golpe mientras llegaban los primeros guardias para socorrerle. Se arremolinaron el torno a él, pero ya era demasiado tarde.
Más información sobre el proyecto MK-ULTRA aquí.

2 comentarios:

Álex Garaizar dijo...

Vaya pedazo de ida de olla. El final se ve venir, pero hay que reconocer que me ha mantenido enganchado XD

Keep going!

Lirio Blanco dijo...

Muy bueno, Andoni, me ha gustado mucho. Y no te dejo el comentario por cumplir, eh. De veras me ha gustado, puta.

¡Muxus!