lunes, 25 de mayo de 2009

Práctica de CIE 10: Final Prefijado (600 palabras)

Relato de CIE carente de interés alguno en donde, a partir de un final, debía construir una historia. No se me ocurrió otra que esta gilipollez. Disfrutadla xD.

Cómo superar la crisis y no morir en el intento

Arturo no se lo podía creer, su vida había dado un giro inesperado de la noche a la mañana. Lo habían echado del trabajo, su cuenta corriente estaba en números rojos, su gato decidió suicidarse... “Todo es culpa de esta maldita crisis”, se lamentaba en su pequeño piso de las afueras. Su mujer, Raquel, era ahora la que traía el dinero a casa gracias a una tiendecita de alimentación. Aun así, con sus mínimos ingresos, sabía que dentro de poco no tendrían para pagar el alquiler. Ésta no era la vida que Arturo deseaba. Estaba deprimido, tirado en su desvencijado sillón. Miraba con ilusión una vieja postal de Phuket, en donde conoció a Raquel hacía ya diez años.

Llamaron a la puerta. Se levantó del sillón y la abrió. Era Miguel, su mejor amigo. Le recibió sin mostrar el más mínimo ápice de alegría. Los dos se sentaron en la mesa de la cocina a planear cómo salir de su crítica situación financiera. La idea de Miguel fue propuesta al principio en plan de broma; aunque, ahora, dadas las circunstancias, resurgía de nuevo el hecho de llevarla a cabo. Se trataba de realizar un secuestro. Arturo debía raptar a su mujer y hacer que su avaricioso tío pagara el rescate. El tío Rodolfo no era una persona rica, pero tenía bastante dinero ahorrado en el banco, lo suficiente como para irse al extranjero y alejarse de la crisis, comenzando una nueva vida. El problema era que él y Raquel se llevaban muy mal; aun así debían arriesgarse, no quedaba otra opción.

A la mañana siguiente cogieron todo el equipo. No disponían de mucho dinero, así que sólo pudieron conseguir dos pistolas del Toy Planet y un par de pasamontañas hechos con las cortinas del cuarto de baño. Se dirigieron a la tienda rápidamente y entraron.
––¡Al suelo! ¡Esto es un atraco! ––gritaron a la vez tratando de disimular sus voces.
Sin embargo Raquel se encontraba ya con las manos levantadas. Un atracador se les había adelantado.
––¡Eh! ––les gritó––. Éste es mi robo, idos a otra parte.
––¡Lárgate tú! ––le increpó Arturo––. Nosotros llevamos planeando esto mucho tiempo.
––¿Y crees que yo no? Acabo de robar en diez establecimientos seguidos, estoy tratando de batir el récord. Soy un profesional.
Miguel, harto de discutir, golpeó al ladrón dejándolo inconsciente. Tras eso, ambos se dirigieron a donde Raquel, que estaba escondida bajo el mostrador. Arturo fue a por ella tratando de no hacerle daño; sin embargo, ella sacó una sartén (no se sabe de dónde) y le propinó a su marido varios golpes en la cabeza. Miguel tuvo que intervenir para interceptar a la mujer y calmar la situación.

Trataron de salir de la tienda con la mujer pero vieron, justo enfrente, un coche de policía aparcado. Los dos “maderos” se encontraban tomando un café, apoyados sobre el lateral del coche. Arturo y Miguel no tuvieron más remedio que volver a la tienda. Era, sin duda, el peor rapto de la historia. No sabían qué hacer; decidieron esperar un poco. El ladrón seguía inconsciente en el suelo; miraron en su mochila, quizá pudiese tener algo útil. Efectivamente, su contenido los dejó sin respiración.
––¿Cuánta pasta hay aquí? ––preguntó Arturo sorprendido.
No se lo creía, estaba totalmente alucinado. El ladrón había cometido varios robos ese día y llevaba su botín completo en la mochila. “Menudo golpe de suerte”, pensó lleno de alegría. Lamentablemente, quedaba salir de aquella situación sin que los pillase la policía.
––Ésas no serán mis cortinas, ¿no? ––dijo Raquel, airada, mirando al secuestrador.
Tiró del pasamontañas de Arturo y le vio el rostro.
––Puedo explicártelo, cariño.
––¡Tú! ¡Has jodido las cortinas que hizo mi madre! ––gritó la mujer.
––Era para una buena causa...
––¡Para secuestrarme, so capullo! Yo a ti te mato.
––Sólo quería que tu tío nos pagara el rescate, nada más.
Raquel les dio varias bofetadas a cada uno y los echó de la tienda. Fueron a un hotel a repartirse el dinero ante el temor de que los viese la policía.

Arturo se miró al espejo de la habitación del hotel en el que se alojaba y sonrió. ¡Qué grande eres, lo has conseguido!, pensó. Ahora podría cumplir su sueño de ir a vivir el resto de sus días a Phuket, en Tailandia, el lugar más bello que había conocido. El único obstáculo que le quedaba era convencer a su mujer, Raquel, para que fuera con él. No sería fácil, estaba indignada después de la jugarreta que le había hecho.

1 comentario:

Marta González Coloma dijo...

Jajaja, pero qué bueno xD