domingo, 10 de abril de 2011

Relato - Narración Delegada (versión corregida)


NARRACIÓN DELEGADA (versión corregida) – ANDONI GARRIDO FERNÁNDEZ

            La luz de una idea a veces ciega más que el sol ante las pupilas o que el hambre frente a la prudencia. El apetito por idear algo especial puede cegar más que todo eso. Sentado a la sombra, en un banco de parque, Brian buscaba la luz de una buena idea, pero la tarde ya se iba en la naciente noche. Los patos del estanque iban buscando su nido, y hasta las ideas más simples se apagaban en sombras de dudas. Por más que miraba la realidad, eso se decía, no hallaba inspiración para su obra. Había decidido pasar la tarde solo para evitar… prffsfiodffds. Perdón, tenía algo en la boca.
            Joder, tío. ¿Podrías no comer mientras narras? Vas a hacer que el tío que escuche esto se pregunte qué cojones estás comiendo. Los narradores no debemos llamar la atención, son las reglas. El espectador no puede saber si tenemos vida o no, no le interesa. ¿Podemos centrarnos en Brian? Con tanta cursilería y reflexión sin sentido no has dicho nada del guion de diez páginas que tiene que entregar mañana para clase.
            ¡Iba a decir eso precisamente en el momento en el que me has interrumpido!
            Pues haz bien tu trabajo. Haz que Brian deje de perder el tiempo en el banco y se inspire de verdad.
Brian se levantó y decidió, sin mucho ánimo, volver al piso. Quizás viendo la tele o jugando a algún videojuego se le ocurriría alguna idea original para crear una pequeña historia. Al llegar al piso se encontró con Susana. Estaba tan radiante viendo la televisión en el salón… Fue hacia ella, por una vez en aquel día, Brian sonreía. Se sentó junto a ella resoplando. Esta, con una sonrisa de oreja a oreja, le rodeó con los brazos.
            Eres un empalagoso narrando. Siempre estás igual.
            Pues anda que tú… siempre lo metes en problemas.
            A ver, tío, tiene que haber conflicto. Igual que en sus guiones. Si no, esto no funciona.
            No funcionará para ti. Déjame narrar.
-         ¿Te han rallado mucho mis compañeros de piso?
-         No, jeje. Son majetes. Se fueron a las recreativas.  ¿Cómo va el brain-storming?
-         No consigo encontrar ninguna idea mínimamente original para mi historia. Nada con gancho, nada que me motive.
Dijo Brian afligido.
-         Mira las noticias, a ver si hay algo de lo que se pueda sacar una historia. No sé, algo rollo denuncia.
Le animó su novia.
-         ¿Has oído eso?- preguntó Brian mirando hacia arriba.
-         Eso. ¿Lo has oído?
-         No, ¿el qué?
 Preguntó la chica extrañada.
-         Alguien ha dicho “preguntó la chica extrañada”. ¿No lo has oído? Ha sonado como lejano. Pero no sé, me he sentido muy extraño.
¿Qué está pasando aquí? Nos oye… ¿Quién ha escrito eso?
A mí no me mires, me duele la boca de tanto narrar. Llevo durmiendo desde ayer. Yo no he introducido ningún cambio. Dejadme en paz.
Igual ha sido una coincidencia, tranquilos. Brian seguía viendo la televisión sin inmutarse de esas voces. Ahora lo importante era buscar una idea. En la pantalla apareció el reactor de Fukushima. Brian se imaginó de pronto una historia apocalíptica. Tsunamis, terremotos, zombies radioactivos... y sólo una persona capaz de volver a traer la paz a ese mundo devastado… ¡Radioactivoman! No. demasiado friki, su profesor de guion no lo entendería, es más, seguro que le tomaba por un chiflado sin dos dedos de frente y le ponía mala nota. La siguiente noticia iba de un atraco. Brian se lo pensó, pero la idea no le atrajo en absoluto. De atracos ya estaba todo dicho, por más que se estrujase el cerebro no iba a idear un plan para atracar bancos más original de los que ya se habían llevado a la gran pantalla. Cuando no hay más, no hay más.
Y de pronto apareció una noticia de maltrato de género. Una pobre chica había sobrevivido al intento de asesinato de su marido, luego este se había tirado por un balcón con la intención de suicidarse sin éxito desde un tercero, quedando despachurrado, pero vivo, contra la acera de una transitada calle de Bilbao. Aparecieron unas imágenes de él siendo trasladado a un hospital mientras la mujer, con la cara llena de moratones, lloraba por la vida de su marido.
-         Joder, ¿cómo puede quererle habiéndole hecho todo eso?
Preguntó Brian asqueado ante la escena.
-         Quizá porque su marido era bueno. Hace tiempo quizá era bueno. Pero cambió. Aunque igual en el fondo sí que sigue siendo bueno. No sé, prefiero no pensar mucho en esas cosas, me dan pena.
Susana se levantó y fue a la cocina. Brian se quedó viendo la tele con los ojos como platos. Algo corría por su cerebro, una idea. La cámara se fue acercando lentamente hacia él hasta encuadrar un primerísimo primer plano.
¿Qué? ¿Tú eres gilipollas? ¿Te crees el Meganarrador? Esto no es un jodido guion técnico. Aquí no se piensa en planos ni en ángulos de cámara. En serio, tío, ¿qué te has tomado?
Perdona, pero es que como Brian siempre está con guiones y tal, pues se te pega. No es culpa mía. Deberíamos haberle cogido otro oficio.
Sabes de sobra que no podemos hacer eso. Sólo le podemos guiar en ciertas direcciones, pero cambiar su forma de pensar, meternos en su mente, es algo que ningún narrador ha conseguido jamás. Pero igual podemos salirnos con la nuestra si insistimos hablándole.  
Vale… Entonces Brian tuvo una idea.
-         Susana, creo que he tenido una gran idea.
Bua, eso ha sido super soso, además se repite “idea” dos veces.
Pues narra tú, hala. Venga, demuéstrame que sabes acabar una escena… o capítulo con clase. Vamos, listo.
¡Anda y que te narren por detrás!


Brian se encontraba en el despacho del profesor de Guion. Mientras éste lo leía, Brian trataba de distraerse. Miró por la ventana, hacía un día soleado, entraba mucha luz a través de los cristales. Podía ver la gigante sombra de su pierna moverse arriba y abajo a una velocidad supersónica. Mientras se enjugaba las gotitas de sudor de la frente.
-         Bien.
Dijo el profesor dejando el guion sobre la mesa.
-         ¿Bien?
-         Bueno. La verdad es que no me convence. No lo termino de entender qué quieres contar, su finalidad. Vamos a ver… al final… ¿quién es el que tiene doble personalidad?
Brian notó cómo la mesa de la profesora se iba alejando cada vez más de él.
-         Pues todos.
-         Pero eso es muy raro.
La mesa se alejó otro poco.
-         Yo creo que el punto original es que el maltratador tiene doble personalidad, es bueno y malo, pero la mujer también. Y hasta el perro se cree a veces un gato. Yo creo que puede funcionar.
Brian levantó la mirada y no vio a nadie en el despacho. Se levantó, salió de la habitación y fue a la contigua a través del pasillo. En el despacho de al lado vio al profesor sentado tras el escritorio. Se acercó y se sentó en la silla frente a él. La estancia era más oscura que la anterior. Un flexo proyectaba la luz sobre unos papeles.
-         Yo, sinceramente... no. Mira, es que creo que le falta lógica. Aunque sea pura fantasía tiene que haber una coherencia interna. No sé, debes buscar ideas definidas, dinámicas, vitales… Quizás abusas de estereotipos.
-         ¿Y qué podría hacer para mejorarlo? Y si doy una anticipación más clara a la anagnórisis final cree que podría…
El profesor tiró intencionadamente el bolígrafo al suelo.
-         Uy, se me cayó el bolígrafo.
El profesor desapareció tras el escritorio. Brian esperó su regreso tensamente, buscando palabras adecuadas para defender su escrito. Los segundos pasaron. Brian se levantó de su silla y miró tras el escritorio. No había nadie. Se acercó al flexo y lo apagó.


Brian encendió el flexo de su habitación.
Tarde, en su habitación, Brian se estrujaba el cerebro en busca de luz. Cernía vaguedades sobre el tamiz de la lógica, despellejaba la grasa de ogros en busca del brillo diamantino de algún hada devorada. Sabía que lo lograría, sólo era cuestión de tiempo. Sabía que la inspiración se aproximaba a él entre las 12 y las 3 de la mañana. Pero esa noche sólo el flexo y el ordenador podían arrojar algo de brillo en la estancia.
-         ¿Hay alguien ahí?
Mierda, ya te ha vuelto a oír. No sé cómo lo haces.
Susana entró en la habitación con un sandwich.
-         ¿Me has llamado? ¿Necesitas que te inspire?
-         No… Estoy oyendo voces. No sé, ¿me estaré volviendo loco?
Dijo Brian cabizbajo.
-         Tranquilo, Brian. No será nada, ya lo verás. Serán tus ideas fluyendo por tu cerebro.
Le contestó tiernamente su novia mientras le acariciaba el pelo. Brian sonrió ante los mimos.
-         Ya, eso espero. Ahora debo seguir escribiendo. Bueno, mejor dicho, empezar a escribir. Es una putada tener muchas ideas y no conseguir expresarlas. Y luego están las voces estas…
-         ¿Qué oyes en esas voces?
-         Pues… no sé, es como si alguien comentase todo lo que hago.
-         ¿Como un comentarista de fútbol?
Susana sonrió y se sentó junto a él en el escritorio.
-         No… es más como un narrador extradiegético. Es como si tratase de conducirme por donde él quiere. Creo que influye en mí de alguna manera. Bueno, a veces parece como si hubiese dos o tres.
-         Oye, pues ahí tienes una historia. Trata de narrar a esos tres narradores extradiegéticos.
-         Jajaja buena idea. Creo que tengo algo… - Brian se puso a escribir.
Alguien se ha chivado. Esto no debería estar ocurriendo. Nos ha pillado. En serio, ¿quién ha sido? ¿Quién se ha ido de la lengua?
A ver, simplemente se le ha ocurrido una idea. No creo que sea tan grave.
¿Y si se libera? No, en serio, ¿qué pasaría si logra salirse de la narración.
Nadie puede. Dejaría de existir.
Y si hay más narraciones más allá de la nuestra. Es decir, ¿y si se puede pasar de una narración a otra? O quizá… no sé, igual hay algo más allá de la narración, algo que no es narración. Donde las personas no son narradas.
-         Lo estoy oyendo todo. ¿Quiénes sois? – preguntó Brian mirando hacia el techo.
Brian se levantó de la silla y se dirigió al centro de su habitación sin dejar de mirar al techo. Susana seguía observándole, sentada en su escritorio.
-         Salid de ahí, narradores. Dejad de comentar todo lo que yo hago.
Mierda, mierda… Está empezando a autonarrarse. Se está liberando de nuestras ataduras. Va a liberarse.
Debemos impedirlo. Hay que matarle ahora mismo.
¿Cómo?
Vamos a tener que entrar…
De pronto, sus tres compañeros de piso abrieron la puerta de una patada. Estaban como idos, eran como zombies buscando cerebros. Entraron en la habitación y rodearon a Brian y a Susana. Uno de los compañeros de piso sacó una espada láser.
-         ¿Qué mierda está pasando? – preguntó Brian asustado.
-         Brian, los narradores quieren borrarte. Les has descubierto.
-         ¿Cómo sabes todo eso?
Susana miró a Brian a los ojos. El tiempo pareció detenerse.
-         Hoy voy a ser tu jodida musa, y tú, Brian, vas a ser mi elegido. Aquel que iniciaré en la luz porque te amo, aquel que amaré porque me iluminas. Serás libre si te atreves a mucho. Derrotarás a los narradores si me sigues un poco.
-         Pero tienen una espada láser… - comentó asustado.
-         De estos ya me encargo yo. Tú céntrate en escribir ¡coño! – dijo la chica mientras señalaba el portátil – Debes terminar la historia.
Brian pudo ver cómo uno de sus compañeros de piso, con una espada láser, se abalanzaba contra su novia. Susana se giró con rapidez y, sacándose una espada láser, nadie sabe de dónde, paró la barra de plasma roja e hizo retroceder al atacante.
Brian de mientras escribía con celeridad palabras que se le iban ocurriendo. Estaba sudando, no sabía qué tenía que hacer para que todo aquello parase, ni si todo aquello era una pesadilla, ni si se estaba volviendo loco…
Brian escribía sin cesar, sin mirarla lucha encarnizada que Susana mantenía a sus espaldas. De pronto dejó de escuchar ruidos. Se giró y vio como dos de los compañeros de piso tenían a Susana entre sus garras. El tercer compañero de piso, el de la espada roja, se acercaba hacia él lentamente, como saboreando cada paso.
Brian se dio la vuelta y tecleó en el ordenador intentando terminar el último párrafo. El compañero de piso se acercó corriendo hacia él, levantó la espada y fue a por él. Brian siguió escribiendo. La espada bajó en los brazos de su compañero y cuando la barra de plasma estuvo a punto de tocarle todo desapareció.

Otra historia terminada, ¿no? Lo hemos conseguido jaja, no me quiero ni imaginar qué hubiese sucedido si ese tío hubiese escapado de la narración. ¡Sería impensable!
Has estado rápido con la espadita jaja. Buen trabajo, chicos.
Bueno, ahora a esperar a que llegue un nuevo gilipollas al que narrar. Espero que el siguiente tenga alguna aspiración más entretenida que los guiones de este pesao.
Jajaja ya te digo. Menudos rollazos de guiones hacía. Normal, con esa musa tan débil…
Los tres narradores reían su victoria.
Jajajaja… ¡Espera! ¿Quién ha narrado eso? ¿Quién cojones nos ha narrado?
El narrador rojo puso cara de preocupación. Se levantó de la silla asustado.
Esto no me gusta…
Dijo el narrador verde temiéndose lo peor.
No será Brian, ¿no? ¿Es probable que se haya liberado?
Adivinó el narrador azul.
Por favor, no nos mates, por favor, te lo ruego…
Lo cierto es que se me ocurre algo mejor.
Todo se volvió blanco, blanco como una pantalla de ordenador. Aparecieron unas letras.

Brian y Susana estaban en el cuarto, frente al ordenador.
-         Creo que está genial… pero hay una cosa que no me queda muy clara. Al final ¿qué hiciste con tus narradores?, Brian – preguntó Susana sentada en el escritorio.
Brian dejó de mirar un momento a la pantalla del ordenador y miró sonriendo a Susana.
-         Nada. Simplemente hice que dejaran de narrar. Ahora son libres. Como tú y como yo. Ahora sólo me queda encontrar un final digno. ¿Se te ocurre alguno?

ESCRITO POR ANDONI GARRIDO
Eso era lo que ponía en un taco de hojas sobre la mesa del profesor de guion. Andoni cogió el taco y se lo quedó entre las manos.
-         Y bien… ¿qué le parece?
-         Tu… ¿los canutos te los lías con papel higíenico?
-         Eh… no.
-         Mmm... Lo de las espadas láser...
-  Pero eso es el clímax. ¡Qué digo clímax! ¡Es el ecosistemax! Representa ese proceso de hibridación absurdo al que tendemos al intentar buscar ideas originales. Pero siempre estamos influenciados por nuestra propia existencia...
- Ya... Pero eso no está en el guion. No está explicado, ni siquera se sugiere...
-         Eh… bueno, aun no está del todo acabado. Tengo que retocar el final…
Dijo Andoni nervioso.
-         ¿Ha… ha escuchado eso? Como… voces.
-         Uy, se me cayó el boli.

FIN

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