Marvin Hax entró en la sala de reuniones con cuidado, la única luz que había la proporcionaba un proyector que trazaba una línea en la pared. Se acercó a una silla vacía y se sentó junto a los demás científicos.
–¿Qué es lo que ocurre? –preguntó con sueño. Una llamada telefónica le había levantado de la cama dos horas antes. Eran las cuatro de la madrugada.
–¿Recordáis cuando encontramos un sector oscuro en la línea temporal? No sabemos el porqué, pero no podemos viajar más allá del 21 de diciembre de 2112.
–Eso es dentro de treinta años... Quizá hayan apagado su portal... –comentó uno de los científicos.
–¿Y no se les ocurre encenderlo durante mil años? Esto es muy raro. La Comisión Reguladora de Viajes Temporales me ha pedido que envíe una expedición al día antes de ese cierre. Quizás así podamos esclarecer lo que sucede. ¿Voluntarios?
–Yo me apunto –contestó la doctora Harding con una sonrisa jovial.
Marvin estaba medio dormido, pero también levantó la mano. Se había pasado veinte años en un laboratorio, esta era su oportunidad de probar sus teorías fuera de él. También le apasionaba poder ver el futuro con sus propios ojos, desde que habían creado el Portal sólo unos pocos habían podido viajar al futuro.
Al día siguiente estaba entrando en la cápsula temporal con la doctora Harding y dos militares, Dutch y Ryan. La máquina se encontraba junto a un portal gigante y redondo hecho de un fluido semitransparente al que llamaban “materia exótica”.
–No se preocupe –le animó la doctora–. Puede que tenga mareos, pero es algo normal, no hay peligro.
–Gracias –le contestó con voz trémula.
Desde la cápsula, Marvin veía a los demás científicos mirando, tomando notas. La cuenta atrás acababa de empezar. En un instante la nave empezó a retumbar y se precipitó violentamente contra el portal de materia exótica. El científico notaba cómo todo lo que había dentro de la cápsula temporal se expandía y se contraía. A través del cristal no se veía nada, sólo oscuridad. Se encontraban atravesando un largo agujero de gusano. En un instante, volvió la calma.
Dutch abrió la compuerta y salió al exterior. Los demás hicieron lo mismo. Miraron a su alrededor y observaron el laboratorio, era distinto. Estaba oscuro, parecía más viejo; no había sido usado en bastante tiempo. Bajaron lentamente las escalerillas de la cápsula.
–¿Qué le ha pasado al laboratorio? –preguntó la doctora Harding, aterrada.
–Han abandonado este sitio –comenzó Marvin–. Quizás sea esa la razón de que no podamos ir más allá hacia el futuro. Sólo podemos viajar a aquellos momentos en que el Portal ya exista.
–¿Quiere decir que el Portal va a ser destruido? –preguntó Ryan.
–Sí, o apagado, no sé. Debemos averiguar qué ha pasado en está época. –Marvin examinó el edificio. –Salgamos al exterior.
Calles vacías, coches accidentados, cristales rotos, sangre seca en el asfalto... Eso fue todo lo que encontraron en el exterior. Las nubes cubrían el horizonte, iba a ponerse a llover muy pronto. El viento atrajo una hoja de periódico al pie de Marvin. La miró y vio un titular que decía: “El Virus sigue propagándose...”.
–¡He encontrado a alguien! –anunció Dutch desde la acera de enfrente.
Todos se acercaron al soldado y vieron el cuerpo sin vida de una persona atrapado entre dos coches. Su piel era completamente gris y su ropa estaba podrida. Olía muy mal.
–Debe de llevar bastante tiempo muerto –afirmó la doctora tapándose la boca con la mano.
De repente, el muerto abrió los ojos. Dutch no se percató hasta que le mordió en el antebrazo. Gritó de dolor y luego apartó al cadáver de un golpe seco.
–¡Está vivo! –exclamó Ryan–. ¡Es imposible!
El muerto estaba atrapado, pero movía la cabeza y los brazos con rapidez. Dutch se alejó de él mientras se tapaba la mordedura con un pañuelo, sangraba mucho.
–Tendré que curarte la herida, puede infectarse –informó la doctora–. Volvamos al laboratorio.
–Sí, será lo mejor –concluyó Marvin con la palma de la mano hacia arriba–. Está empezando a llover. Y tenemos que averiguar qué es lo que ha pasado aquí.
El grito desgarrador de una muchedumbre hizo que giraran sus cabezas hacia el final de la avenida. Vieron con incredulidad cómo una multitud de personas cadavéricas y descompuestas se dirigían hacia ellos a paso lento.
–¿Eso... eso es la gente? –preguntó la doctora con voz trémula.
–¡Vámonos de aquí ya! –exclamó Ryan cada vez más inquieto–. Esto me da muy mala espina.
Las luces del edificio alumbraban poco, muchas de ellas se habían fundido. Varios escritorios y archivadores se encontraban tirados por el suelo del laboratorio de la compañía.
–Debería haberme quedado en el laboratorio –se lamentó la doctora Harding mientras vendaba la herida de Dutch.
–Ya estás en el laboratorio –respondió este con sorna.
–No es el momento de hacer bromas, Dutch –contestó Ryan, algo alterado.
El soldado se dirigió a Marvin, que estaba buscando información en un ordenador lleno de polvo.
–¿Alguna novedad? –le preguntó.
–No veo nada interesante, simplemente registros e informes. Espera. Según esto... querían bloquear el Portal, pero no pudieron.
–¿Por qué querrían hacer eso? –preguntó el soldado.
–Quizá para evitar que esos... muertos asesinos pasaran a nuestro tiempo –dijo la doctora.
–Es un virus –afirmó Marvin sin levantar la vista del ordenador–. Eso ponía en un periódico que vi en la calle. Seguramente intentaron cerrar el Portal para evitar su expansión.
–De ahí que no podamos viajar más allá hacia el futuro –concluyó la doctora Harding–. Alguien cerrará el Portal definitivamente en un par de horas.
–Entonces debemos evitarlo –dijo Ryan.
–Quizás sea mejor cerrarlo, ¿no crees? –contestó Marvin–. Deberíamos centrarnos en evitar que nuestro futuro sea así.
–Yo tengo órdenes. Debo asegurar la entrada y salida de los portales.
–De todas formas... –empezó la doctora–, aún no sabemos si podemos alterar los hechos futuros. Acabamos de descubrir los viajes temporales, es muy pronto.
–Sólo por el hecho de poder viajar por el tiempo, podemos. Sabiendo lo que sabemos ya nada puede ser igual.
–¿Y si... todo lo que nos está pasando ya está escrito: este viaje, ver a esos muertos...? Puede que volver y contar esto sea lo que precipiten los acontecimientos que estamos viendo.
–Eso no tiene ningún sentido... Por cierto –dijo Marvin leyendo un fichero de archivos–, aquí dice que alguien ha atravesado el Portal hace cinco minutos: yo. Debe de ser un error.
Dutch empezó a vomitar, tenía aspecto de cansado y su piel palidecía cada vez más.
–¿Estás bien? –le preguntó la doctora, preocupada.
–Me duele el estómago –contestó apretando los dientes.
La doctora le inyectó morfina y quedó inconsciente. Lo pusieron encima de una camilla del laboratorio para que estuviese cómodo.
–Voy a buscar medicinas, no le quitéis el ojo de encima –rogó la joven saliendo de la sala.
Marvin y Ryan asintieron y continuaron buscando información en el ordenador y en los archivadores.
–Entonces así acaba el mundo... –dijo Ryan, sentado y con los pies sobre la mesa leyendo hojas de registro de la CRVT.
–No. Así acaba nuestra realidad, un universo paralelo entre muchos. Pero podemos desviarnos del camino antes de llegar a este punto. Llevo muchos años estudiando los universos paralelos, puedo probar que existen.
–No entiendo nada de universos ni de viajes en el tiempo, la verdad.
–Es como cuando cambias el dial de la radio. Las distintas emisoras están en una frecuencia determinada. Las realidades alternativas son lo mismo, sólo que con los átomos.
Mientras hablaban, Dutch se despertó. Sin decir nada, se bajó de la camilla lentamente y salió de la habitación. Tanto el soldado como el científico no se percataron y continuaron hablando.
–Creo que he encontrado algo –dijo con entusiasmo Marvin–. Es sobre una muestra de ese virus. Lo llaman “Xion”.
–¿Qué pasa? ¿Qué dice?
–Es un compuesto extraño. No procede de la Tierra, fue encontrado en Io, en unas prospecciones mineras. Tienen una muestra en los laboratorios con la que pensaban hacer una vacuna, pero no lo consiguieron.
–¿Estos idiotas trajeron una enfermedad extraterrestre aquí? –preguntó el soldado, incrédulo.
–No podría haberlo expresado mejor. También advierte que se transmite por la saliva y la sangre.
–¿También por mordiscos?
Ambos se miraron perplejos, luego miraron a la camilla vacía.
La doctora Harding buscaba en la farmacia del laboratorio alguna medicina que pudiera serle útil. Dentro de un armario vio un maletín de metal hermético en el que ponía: “Muestra del Virus Xion”. Le llamó la atención. Lo cogió y lo abrió. Entonces alguien la agarró violentamente por detrás. Era Dutch. Trató de morderla, ella gritó. Logró escabullirse, pero Dutch, con el rostro y los ojos blancos, fue de nuevo a por ella. La tenía acorralada. El soldado la agarró por los brazos, la puso contra la pared y acercó sus mandíbulas cadavéricas al cuello de la doctora. Justo en ese momento, Ryan apareció por detrás y, de una patada, apartó a su compañero de la joven. Dutch se giró para atacarle y le arañó en la mano. Volvió a intentar a atacarle, pero Ryan le propinó otra patada aún más fuerte. Dutch cayó al suelo.
–¿Te ha mordido? –preguntó el soldado.
–No... –dijo la doctora cogiendo el maletín. Corrió hacia Marvin, que le esperaba junto a la puerta.
Cuando no miraban, Ryan disparó a su compañero en una pierna. Luego salió de la estancia e hizo que los dos científicos le siguieran.
–¿¡Qué está pasando!? –preguntó alterada la doctora Harding.
–No podemos hacer nada por él, ya está muerto. Cuénteselo, Marvin.
–Es... es un virus extraterrestre. Es como la rabia. Dutch se ha infectado por ese parásito, le mordió ese cadáver, es un portador –resumió de forma rápida y nerviosa.
–Creo que tengo una muestra de ese virus –dijo enseñándole el maletín–. Si encontramos una cura podríamos salvar el futuro. Esto nos daría treinta años más de tiempo.
–Buena idea –dijo Marvin–. Ahora volvamos a casa, no quiero permanecer ni un segundo más en este sitio.
Una puerta se abrió de pronto. Decenas de científicos muertos aparecieron en mitad del pasillo y fueron directamente a por ellos. Su olor a putrefacción se extendió por todo el corredor. Marvin se dio la vuelta rápidamente y corrió siguiendo al soldado y a la doctora. Al doblar una esquina apareció uno de los infectados, se asustó y cogió otra bifurcación por equivocación. Corrió cuanto pudo, pero al final del corredor vio una puerta enrejada; trató de abrirla, pero sin éxito. Miró atrás: había muchos muertos andantes, iban hacia él. Empezó a intentar derribar la verja como pudo, pero era imposible. Cayó al suelo desesperado y maldijo el trabajo de campo.
–Levanta, Marvin. Toma la llave –le dijo una voz al otro lado de la puerta.
Marvin le miró. Era él mismo. Se trataba de una persona idéntica a él, sólo que con otra ropa, una mochila y una cicatriz en el lado izquierdo de la cara.
–Soy tú, sólo que de dentro de un año –aclaró el doble–. No puedo explicártelo todo ahora, no hay tiempo. Debes evitar que la doctora Harding lleve a tu tiempo ese virus o provocará este apocalipsis. Lo sé porque lo he vivido. Nosotros trajimos el virus.
Marvin no tenía palabras ante lo que estaba viendo, no sabía qué decir.
–Date prisa, hay mucho trabajo que hacer.
Cuando Marvin salió de su asombro, su doble ya había desaparecido por los pasillos. Abrió la puerta enrejada y la cerró tras él antes de que llegasen los científicos infectados.
Ryan caminaba con el rifle automático en alto, detrás le seguía la doctora. Caminaban despacio, sin hacer ruido, tratando de no llamar la atención de los muertos que estuvieran rondado por la zona. Se acercaron a una puerta de hierro y la doctora la abrió con una clave mientras el soldado vigilaba. El ruido de la pesada puerta abriéndose atrajo la mirada de los infectados hacía ellos. Ryan disparó varias veces y entró en la sala tras la joven. Llegaron al laboratorio del portal de materia exótica, junto a este se encontraba la cápsula temporal, tal como la habían dejado.
–Debemos esperar a Marvin –dijo la doctora Harding.
–Usted vaya poniendo en marcha ese trasto –le contestó el soldado cerrando la puerta a cal y canto.
Entonces se oyeron ruidos al otro lado.
–¡Dejadme entrar, vienen hacia aquí! –gritaba Marvin desde el pasillo.
Ryan abrió rápidamente la puerta y dejó pasar al científico. Fue a cerrarla, pero uno de los muertos interpuso su brazo. El soldado hizo fuerza para cerrarla, pero cada vez más extremidades esqueléticas iban apareciendo por el hueco.
–¡Buen momento para llegar, Marvin! –exclamó el soldado con ironía.
–Trate de contenerlos, el Portal estará listo pronto. Hay que evitar que lleguen a la materia exótica.
Los dos científicos se dirigieron al panel de control. Tecleaban frenéticamente a la vez que el soldado resistía en la puerta. Por fin las luces de la cápsula se encendieron y el Portal empezó a girar.
Marvin corrió hacia la puerta para ayudar a Ryan. Este se apartó para ir a la nave con tan mala suerte que la puerta se abrió de golpe y le dio al científico en la cara. El soldado se giró y vio entrar a docenas de muertos a la vez que Marvin se arrastraba por el suelo con el lado izquierdo de la cara ensangrentada por el impacto. Se aferró a su rifle y no paró de disparar hasta que el científico se hubo levantado.
–¿Qué te ha pasado? –le preguntó la doctora a Marvin cuando le vio entrar en la nave.
–Un golpe. No es nada, tenemos que irnos. –Entonces vio la maleta de muestras. –¡Debemos dejarla aquí! –dijo alterado-. Si la llevamos a nuestro tiempo infectará a todo el mundo.
–¿De qué estás hablando?
–Es largo de explicar, pero debemos tirarla ahora.
–¡No! Debemos hacer una vacuna. Si no, acabaremos así.
Marvin no tenía tiempo de explicarle todo el asunto de su doble, así que cogió el maletín y lo tiró fuera de la nave en el momento en el que Ryan subía por las escaleras de acceso a la cápsula.
–¿Por qué ha tirado el maletín? –preguntó el soldado cuando entró.
–¡Se ha vuelto loco! –gritó la doctora.
Trató de bajar las escaleras, pero Ryan la detuvo. Los muertos avanzaban hacia ellos a paso lento. Marvin activó el Portal y puso en marcha la nave. Varios infectados trepaban por la cápsula y trataban de romper el cristal. Marvin pulsó un botón y la cápsula atravesó la materia exótica. Todo comenzó a moverse violentamente y los muertos que trepaban se perdieron en aquel oscuro túnel del tiempo.
En ese momento, el doble de Marvin entró en el laboratorio disparando a varios muertos vivientes. La cápsula ya había partido y sólo quedaba una cosa por hacer: cerrar el Portal. Descolgó su mochila, la abrió y activó la bomba. No le quedaban balas en la pistola ni ganas de seguir luchando, los muertos se acercaban y no quería dilatar la espera. Cerró los ojos, pulsó un botón rojo y, en un instante, todo el laboratorio saltó por los aires en una explosión electronuclear.
Volvieron a su época, todo estaba como lo habían dejado. La doctora curó las heridas de la cara de Marvin y este le explicó lo de su doble y las razones que tenía para dejar el maletín en el futuro.
–Me cuesta creerlo, pero después de todo lo que ha pasado hoy... –contestó la doctora sonriendo. –Por cierto, creo que esto dejará una cicatriz un poco fea, pero se puede arreglar. Como nuestro futuro, espero –otra sonrisa.
Marvin recordó la cicatriz de su doble. Se quedó en blanco. Su teoría acaba de romperse en mil pedazos. Algo había salido mal, la historia volvería a repetirse.
Ryan salió del laboratorio, le habían dado el día libre. A la salida se fijo en que la mano le escocía, tenía un rasguño que sangraba un poco. Nada grave, sobreviviría, pensó. Sin embargo, el virus ya estaba en su sangre.
3 comentarios:
Una vez más... colaboración de Anchel Labena en la corrección del texto XD ;)
Pufff, pues había un "Calló" del verbo caer, con elle. No sé cómo nadie lo vio... ¿Cómo se nos pudo pasar tal severa falta ortográfica?
Yo también me echo la culpa de la corrección...lo leí y no me di cuenta....vaya por Dios. Es genial, como todos, ya lo sabes. A ver cuando escribes más para poder leerlos =)
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